Serbia, vieja de tanto servir
Si Croacia tiene un aspecto triste, Serbia
parece totalmente abatida
La campiña para comenzar, luego la región de
provincia y por supuesto, Belgrado, la capital.
Los medios económicos de este país no
permiten todavía el desarrollo de una ciclo-pista o por lo menos de un marcado
sobre las carreteras. Como en el caso de otros países, incluso en Eslovaquia.
Aquí, en el mejor de los casos, avanzamos al lado o detrás de los coches. Esto
sin problemas, hasta que uno o varios camiones brillan en nuestro retrovisor.
En ese caso, sin cuestionarnos, desaceleramos en el asfalto deformado por el
calor y salimos de la carretera hasta que haya pasado el último de la fila. Cuesta
arriba, nuestra ruta puede volverse estresante y para ir a Belgrado, vaya que
hay que cuestas ¡y qué cuestas!
De cada lado del camino, paisaje es
desastroso: basura por todas partes!!! En contraste con el escenario, la gente
es muy simpática. De nuevo los claxon y las manos que desean alentarnos.
Al caer la noche, que caiga también la
tensión. Afortunadamente, aquí nos podemos permitir llegar a un
hotel-restaurante casi cada noche.
Nuestra llegada a Novi Sad, la segunda ciudad
más grade de Serbia (200 000 hab), es como una fulminante transición entre
la campiña olvidada y la ciudad bien desarrollada: lindos jardines, un tranvía
casi nuevo, una magnifica plaza, galerías comerciales, anchas avenidas y
primorosas fachadas. ¡Qué bello regalo! ¡Qué paz!
Al salir de esta ciudad, gozaremos del único
día en una carretera sin coches. O casi. Para avanzar, tomamos una carretera
que estaba normalmente cerrada a la circulación por obras. Sólo que las obras
aun no habían comenzado. Eso nos permitió llegar tranquilamente hasta Indija.
Al amanecer, en línea recta hacia Belgrado.
Belgrado ¡qué degrado! Aterrizaje por el
puerto. En perspectiva, una serie de pistas, bonitas y en perfecto estado para pasear
por la orilla del Danubio bajo el sol. En sus aguas, un sinnúmero de barcos
convertidos restaurantes, bares, tiendas, donde no hay ni una sola alma. Luego,
ascensor para visitar el centro histérico. Perdón, histórico. Un día y medio
son más que suficientes para visitar esta ciudad, tan vieja pero sobre todo tan
en mal estado. El panorama de desolación en las calles destruidas y mugrientas,
llenas de escombros de todo tipo, olor de humo, ruido sin freno. ¿Cómo sentir
la paz? ¿Cómo sentirse bien?
Pero en lo más profundo de todas las cosas,
incluso de las peores cosas, hay siempre una parcela de de belleza por
descubrir. Y Belgrado tiene la suya: su calle peatonal, ancha y atractiva, podría
compararse a una pasarela de un desfile de modas. Las mujeres de Belgrado son
muy bonitas. Todas son esbeltas, relativamente altas y todas cultivan el mismo pecadillo
de vanidad: saber gustar. Poco importa tu ángulo, poco importa tu gusto, todas
son bonitas.
Si por esta razón has decidido comprar un
boleto para viajar a Belgrado, aprovecha también para visitar la basílica ortodoxa
de San Savas y el magnífico parque que tiene lugar en las ruinas de la antigua
fortaleza.
Y ya que estás por ahí, aprovecha también para
comer tomates. Son los más dulces y carnosos del mundo. Tal vez, tan atractivos
como las mujeres.