Los logros son más fáciles cuando se sabe lo
que se quiere!
Nuestro pasaje de Hungría a Croacia no fue de
lo más lindo que digamos. Durante 5 días, pedaleando sobre pistas de terracería
y sin mantenimiento, lejos del Danubio y de la sombra. Algunas veces tuvimos
que tomar las carreteras de circulación pesada. En todo caso, tuvimos que avanzar bajo un calor
abrasador, entre 40 y 45° C!!! Madre mía!!! Nuestro consumo de agua, de coca
cola y de cerveza vio un fuerte y repentino aumento. Y desde que empezamos a pedalear
bajo el sol y en pleno calor, nos vimos englutir por lo menos 3 L de
agua, 1 L de coca cola y un 1 L de cerveza, según los días y sobre todo, según
la distribución de los comercios. Lo que da un promedio de 5 a 6 L de líquido por
día y por persona.
Por primera vez, desde el inicio de nuestro
viaje, nos tenemos que formar en una fila de coches para pasar una frontera.
Luego de la verificación de nuestros pasaportes y un pequeño sello. !Henos aquí,
oficialmente turistas en Croacia!
No es para ir al norte de Croacia que la
gente compra un boleto en una agencia de viajes.
En las ciudades y los pueblos, muchas casas
han sido abandonadas y un gran número de las que aún están habitadas se
encuentran tristemente demolidas. Itinerario de un paisaje desecho y afligido.
Nuestra ruta nos aleja del Danubio, nos aísla, nos insola. Durante horas
avanzamos en un desierto a 45°C. Durante horas no vemos una sola alma y cuando
vemos a alguien nos decimos que sin duda se trata de un “sediento” de aventura,
como nosotros.
A pesar de todo lo que han vivido, los
croatas son personas sonrientes y muy hospitalarias. En los pueblitos, las
muestras de amabilidad se repiten frecuentemente, los adultos nos saludan, los
coches nos pitan en señal de ánimo y sin excepción, todos los niños nos gritan
“hello”. Pasando frente a una pequeña granja, nos paramos para pedir agua. La
chica que nos recibe llama a su madre, la madre llama al padre; el padre deja
de trabajar la tierra y acompañado de su esposa, vienen a nuestro encuentro. De
nuevo, en ingles, con educación, preguntamos si nos pueden dar agua. El señor
nos hace entrar a la casa, su esposa nos instala en la terraza (por fin bajo la
sombra) y el señor nos trae una botella enorme de cerveza bien fresca que se
apresura a compartir con nosotros hasta la última gota. Nosotros no hablábamos
su idioma ni ellos el nuestro pero pudimos pasar un momento formidable a
intercambiar sobre nuestras vidas y las de ellos. Así, supimos que la señora
era originaria de Viena y que yo me parecía a una de las hijas de la familia.
Jean-François se dio gusto de contarles las etapas de nuestro viaje. El
lenguaje universal tiene un efecto increíble en los seres humanos. Los dos
vinieron a acompañarnos hasta la puerta, con una sonrisa bien grande nos
desearon feliz viaje y nosotros les dimos las gracias con una mano en el
corazón.
Durante los dos días de nuestro itinerario en
Croacia, donde tantos edificios y fachadas muestran amargamente las marcas de
tiros y bombardeos, donde por lugares no queda piedra sobre piedra recordándonos
la estupidez humana, esta familia se quedará en nuestro recuerdo como el mejor
momento de todo el paisaje.
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