Vietnam en cuerpo, en alma y en bici
(14/01/13 - 9/02/13)
16 478 km nos llevaran hasta la puerta
frontera de Laos, para entrar a Vietnam. Detrás de esta puerta quedaran las
sonrisas de los niños herederos del polvo de las campiñas marchitas y de las
menguadas aldeas laocianas. Frente a la puerta, otra dimensión de vida impulsara
una vibración totalmente nueva en nuestro viaje ¡Vietnam!
Una estrecha banda de tierra, zigzagueando
entre montaña, campos de arroz y mar, constituye el camino que nos llevó de Lao
Bao hasta Hue. La impenetrable humedad vuelve la atmosfera gris y casi fría en
el momento en que nos aproximamos al paralelo 17, región controvertida en el
antaño, en el centro del país. El color sombrío del cielo acentúa aun más el
verde de las parcelas de arroz esparcidas de tumbas. Durante decenas de kilómetros,
avanzaremos completamente cautivados por la substancia del paisaje. En un va y
viene incesante de campesinos, atravesando parcelas y rodeando tumbas, todas
las fases del cultivo de arroz desfilan a nuestro camino: la mezcla del fango
de las parcelas vacías, la siembra, la producción y el transporte de las
plántulas, la plantación y la trasplantación para equilibrar la densidad de las
parcelas, los cuidados, el crecimiento… Un instrumento, un rol y una tradición legendaria
guían la labor de cada persona. Aportando cada uno su energía, su sombrero y su
sonrisa, esta maravillosa máquina humana es, ni más ni menos, el 5to productor
de arroz en el mundo ¡arroz hecho à mano! Abandonarse en la fascinación se
vuelve inevitable. La existencia de los vivos, rozándose con los muertos será
una de las imágenes que nos seguirán lo largo de nuestro recorrido en este
país.
Hue, antigua capital Imperial de Viet Nam,
nos reserva un acogimiento sin embotellamiento (a excepción de los puentes), un
viaje a la historia de la gloria imperial (1802-1945), y un formidable
encuentro con Jacques Sirat, viajero a pie de 1994 a 1996, y viajero en
bicicleta desde 1997, hasta la fecha. Actualmente está realizando su segunda
vuelta al mundo ciclo-nómada. Durante dos veladas, Jacques compartirá con
nosotros su formidable aventura que se ha vuelto, simplemente, su nueva forma
de vida: el mundo sobre dos ruedas! Mil gracias a Jacques por esos preciosos
momentos en su compañía.
Cambio de país, cambio de régimen
alimenticio! Nuestra mesa cotidiana vietnamita nos deleitará con arroz
perfumado, al vapor, y una variedad sorprendente de vegetales, champiñones,
algas y pescado. Por supuesto también podremos elegir platillos preparados con
pollo, puerco, ternera, perro, rata, serpiente, rana, insectos y sus larvas…
Pero ¿”pa’que” le busca uno? el pescado nos conviene perfectamente.
Entre el 22 de enero y el 6 de febrero, surcando
más de 1400 km de costa, haremos escala en Lang-Co y pedaleando bajo la lluvia,
llegaremos a Quang Ngai; luego a Hoy An cuya riqueza arquitectural preservada
de la destrucción de la guerra, se ha convertido en patrimonio mundial de la
Unesco. Apuntando hacia el sur, hacia las 4 de la tarde, nos sorprende la espantosa
idea de tener que pasar la noche en medio de un despoblado de riveras y
colinas, lo que aceleró como nunca nuestras pantorrillas hasta llegar al primer
hostal del pueblo de Binh Duang, por suerte, antes del anochecer ¡Mama mía! A
Quy Nhon, nos acogieron la arena dorada de la playa y su costa poblada de
barcos de bambú, redondos como canastos.
A partir de Quy Nhon, siguiendo la ruta entre
mar, rivera, campos de arroz y montaña, iniciaremos lo que se conoce como la
ruta de los mandarines (antigua ruta marítima de comercio con la China) que
atraviesa 230 km de los más bellos paisajes y desniveles del litoral
vietnamita. Dicho de otro modo, un camino de prodigiosas y repetidas subidas,
de esas que nos recuerdan que tenemos hígado! Pero apapachados por los dioses
del viento pasamos Tuy Hoa y Van Gia, casi 200 km con desnivel en sólo dos
etapas, antes de llegar a Nha Trang. Una hermosa bahía, considerada entre las más
bellas bahías del mundo; y si ya en el siglo XVIII Alexandre Yersin lo
afirmaba, en el presente, nosotros estamos en medida de confirmarlo: una bahía y
una ciudad que invitan a vivir!
Aprovechando sin freno de los favores del viento
realizamos considerables distancias y con buen tiempo visitamos Phan Rang, Mui
Ne et Vug Tau (Cabo San Jacques).
El año nuevo chino se aproxima (10, 11 y 12
de febrero). En el camino, camiones transportando docenas de crisantemos amarillos
de talla superlativa, nos rebasan cada diez minutos. En las ciudades, la decoración
amarilla y roja anima el zarandeo de la población y atrae a los curiosos
viajeros.
Desde Vug
Tau, un paseo en barco nos lleva a desembarcar directamente a Ho Chi Minh, la
vieja ciudad de Saigón, donde pasaremos 3 días. Durante nuestra visita a pie, en
noviembre pasado, nos parecía que las calles y sobre todo las banquetas de la
ciudad, estaban completamente invadidas por el tráfico de los scooteres y las
motos. ¡Pues eso no era nada, comparado a la víspera del año nuevo chino, donde
Saigón se vuelve una verdadera marea humana motorizada. ¡Una moto más,
imposible! ¿En serio? ¡Hay que vivir la experiencia Saigón, por lo menos una
vez en su vida!
Vietnam es un país fascinante; no es ni la
India, ni la china, sino los dos al mismo tiempo. Es, simplemente un terruño
donde las palabras azoramiento y belleza toman sentido. No es que los
habitantes sean acogedores, no, ni se imaginen. Ellos tienen mil cosas más
importantes que hacer que ocuparse de que usted pasa por ahí. Tampoco es que
sean generosos. Al contrario, si pueden, buscaran la forma de hacerle pagar un
producto, al mimo precio que se paga en Europa. No digo que la generosidad no
exista, porque en más de una ocasión, la reparación de nuestro material fue un
gesto de generosidad.
Lo que nos hace admirar y amar ese país es su
alma, esa fuerza y esa convicción, aliento de cada habitante, enalteciendo la riqueza
y la belleza de Vietnam, su contraste, su horizonte… Es como una curiosa sinfonía
donde cada uno conoce su instrumento, sus notas, su tempo. Todo tiene una razón
y cada uno tiene su misión; ¡todos listos, comenzamos! En este fantástico desbordamiento
de actividad, retenido entre parcelas de arroz como un colosal mosaico, el
viajero se siente en libertad de contemplar, de integrarse, de evadirse. Qué cada
cual viva el momento y aporte su modesta nota.
Hablar de todos los sentimientos que Vietnam
nos ha despertado, equivale a escribir un libro. Esperando ese momento, quisiéramos
sólo dedicar un pensamiento a todas las mujeres vietnamitas, por su fuerza de espíritu,
por su coraje, por su sonrisa a pesar del cansancio. Omnipresentes en todas las
labores y oficios, incluso a edades ya avanzadas. Un pensamiento muy especial por
las limpiadoras. Esas dinámicas y respetables mujeres que recuperan y
transportan en bicicleta, kilos y kilos de materiales reciclables, todos los días
y por todas partes, para ganar su arroz de cada día. Su misión es reciclar todos
los desechos, su obra desinfecta el país.
Aquí ya nadie habla ni de política ni de
guerra. Y aunque la gente saluda con un “hello”, y que la bandera
estadounidense está presente, nada parece haber desgarrado el alma nacional del
pueblo vietnamita. La patria es la esencia de las mujeres limpiadoras y todos
los habitantes de Vietnam. Cada uno supo sacarle vida a su nueva condición de
libertad, cada uno supo obtener fuerza y verdad de lo más profundo de la tierra
natal. Lo mejor de nuestro paseo fue el haberlos conocido.
Estamos actualmente en Phnom Penh, capital de
la Camboya. Esperamos obtener nuestras visas para regresar a Tailandia, donde
Anne y Antoine, vendrán a pasar unos días con nosotros. Esperando que la próxima
vez Marco vendrá también.
Abrazos con solecito camboyano, esperando que
todos gocen de una excelente salud!