VagaMondos en el país de los 1000 y un "Sabaidees",
Bienvenidos a Laos
Bienvenidos a Laos
(23/12/12-14/01/13)
Luego
de nuestro itinerario en las campiñas tailandesas, temíamos que Laos nos
recibiera en medio de la agitación del tráfico, del ruido y de la multitud de
turistas, como todas las grandes aglomeraciones. Sobre todo cuando las fiestas
de fin de año suenan ya en todas partes. Cual será nuestra sorpresa al encontrar
Vientián, ciudad capital, en una calma total. La metrópoli nos reservaba una
estancia de fin de año despejada, bien humorada y tranquila.
Nuestros
primeros callejeos por la ribera noreste del Mekong nos hacen sentirnos en una
atmosfera relajada y cordial, casi afectuosa. Difícil imaginar que la ciudad
cuenta con más de 700 mil habitantes. De un pie placido, nos dejamos encaminar
en ese ambiente ecléctico contrastado de fachadas coloniales y modernas,
realzadas por el esplendor de los hermosos templos budistas. En las calles y
tienditas, intercambiamos Sabaidees (saludo laosiano) entrecruzando miradas
tímidas y sonrisas joviales, como si todo el mundo quisiera darnos la
bienvenida. El tiempo en que Laos perteneció a la Indochina francesa está ya
lejos, y si raros son los que hablan en francés, todos acogen y sonríen a los
viajeros.
La más
pequeña de capital asiática, cuenta con un gran número de templos,
particularmente suntuosos, rodeados de extensos patios y jardines donde la
creatividad de los monjes adereza el paisaje.
Según
el calendario budista, ritmando la vida del pueblo lao, la celebración del
nuevo año se realiza en febrero. Pero en Vientián, todas las conmemoraciones
del nuevo año, son la mejor ocasión para organizar la fiesta. Así, entre la
navidad y el 31 de diciembre, iluminada con destellos y fuentes de mil colores,
la noche se vuelve el escenario de la juventud moderna y sedienta de huateque. En
diferentes lugares de la ciudad, interpretes y grupos musicales desfilan en el
escenario, animando las veladas con melodías que nos transportan mágicamente al
occidente. Definitivamente, la música y la forma de vivirla, ya no tiene
fronteras. Los jóvenes (y los menos jóvenes), como en cualquier ciudad de
Europa, se apelotan zangoloteándose al tempo de las cuerdas, con una beer lao
(cerveza local) en la mano.
El tiempo
se nos va en callejeos durante el día y en el ambiente musical durante la tarde
noche. Emotivo y raro a la vez, el compartir momentos en un lugar y con gente que
uno sabe que nunca más reencontrará. Como en todos los países asiáticos, los
grandes proyectos de desarrollo están llegando también a la ribera de Vientián
y, tarde o temprano, terminarán por alejar lo que aún se preserva de su
autenticidad y su tradición. Tal como la nueva moda de 4X4, inexplicablemente
más numerosas que las bicicletas.
Pero
nuestra expedición laosiana comienza realmente el 2 de enero, por la carretera más
importante del país y bajo un calor moderado, avanzaremos hacia el sur. El
único mapa que pudimos encontrar de la región, nos indica que nuestro camino se
une al Mekong pero en realidad, raras serán las ocasiones en las que podremos
ver su cauce. Durante varios días seguiremos el trazo sin detalle de nuestro
mapa, percibiendo algunas imágenes de la vida escueta en los pueblitos y
aldeas, separados unos de otros por los inmensos campos y parcelas de tierra y
hierba seca, casi en el abandono.
La
distancia recorrida oscila según los días, pero nuestro menú permanece
invariable: “khao path, please” (mezcla de arroz, huevo y verduras). Disuadidos
por los vapores de las ratas y otros roedores rostizados a las brazas, por los platos
de huevos de hormiga, por la mezcla de pescado molido y también, un poco
inquietos por los exiguos medios de conservación de la alimentación en las
fondas y mercados (felices los gatos que saben aprovechar), nos contentamos de
nuestro “khao path”, en cada comida de cada día. Excepto, obviamente, cuando un
pescado bien apetitoso se nos pone en frente.
Nuestros
pedaleos nos llevan hacia Pak Neum, Pakxan, Pakkains e Hinboun antes de llegar
a Thakek; encantadora ciudad de plazas y fachadas coloniales, a la orilla del
Mekong, donde pasaremos dos días.
Para escoger
un hotel en Laos, hay tomar en cuenta la cercanía (o lejanía) de los bares
karaoke. ¡Lo adivinaron! Durante las veladas y hasta en las simples comidas,
las laosianas y los laosianos son grandes aficionados al escenario y al micrófono
para compartir y abrillantar el momento. A la demanda de todos, los bares
karaoke se sitúan a proximidad de los hoteles, a veces, en el restaurant del
hotel o, mejor aún, en los patios del hotel para que todos y cada uno puedan
disfrutar al máximo. Es tal vez, gracias los karaokes que hay hoteles.
Nuestras
noches de desvelo nos harán comprender que el brío laosiano trepida con las
notas del karaoke. A partir de entonces habremos también comprendido que, poco
importa la localización del hotel escogido, una cita karaoke nos será automáticamente
incluida por el mismo precio.
De Thakek
a Xepon (más de 200 km), pasando por una multitud de aldeítas y más aldeítas,
haciendo paradas en Outaumphon, Phalanxay y M. Phin, Laos nos muestra lo más
cansado de nuestro trayecto.
Una carretera
en pésimo estado, un viento frio y de frente que, frenándonos, nos acarrea contra
la cara, las nubes densas de polvo levantadas por trabajadores, los camiones, los
autobuses y los inmensos 4X4. En tiempo normal, los ciclistas somos invisibles para
muchos de los usuarios de la carretera. Pero en condiciones de niebla o de
polvo, la situación nos vuelve invisibles para todos.
La sonrisa
y el acogimiento de toda la población, será nuestro mejor recuerdo de ese risueño
y sencillo país, especialmente los adioses de los niños de las campiñas, que con
ojos telescópicos nos espiaban para hacer de nuestro pasaje un caluroso
encuentro. Sabaidee (hola y adiós en laosiano), será la única palabra
intercambiada durante todos nuestros trayectos, pero la habremos pronunciado muchísimas
más veces que los kilómetros que hemos andado.
El 14
de enero, salimos de Laos para entrar a Vietnam por la puerta de Daen Savan.
Justo antes de encontramos a Josée y Jean Robert, viajeros como nosotros. Chismorreando
con ellos, nos regalan un mapa detallado de Vietnam, que ya no necesitan más. Con
este mapa nos acercamos del paralelo N° 17, antigua frontera que durante años separó
el norte y el sur del país; luego cruzamos la más famosa de todas las
carreteras: Ho Chi Min road, haciendo poco mas de 200 km en total, antes de
llegar a Hué, donde estamos desde el 15 de enero. Y como el final de una aventura
es el inicio de otra, mañana 21 de enero, emprendemos nuestro vuelo hacia el
sur Vietnamita. Nos vemos de nuevo en Saigón!!!
Beban
calientito para hacer pasar el frio!
Saludos
y abrazos, esperando que todos estén en su más bella forma!
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