Tailandia, Región Noroeste
(03/12/12-23/12/12)
La Tailandia del Noroeste
Detrás una gran Capital, habrá siempre una arraigada
campiña
El 3 de diciembre pasado, luego de tres
semanas de “estancia vacacional”, por fin nos decidimos a salir de Rayong, de
Sea View hotel y de su placentera piscina. Despertador, desayuno y preparación,
4h30 de la mañana. Salida: 6h15. Destinos principales: Sukhothai o la primera
capital de Siam y Nong Khai, nuestra puerta hacia Laos. ¡Ahí vamos de nuevo! ¡Qué
la aventura comience!
Durante los primeros días, el paisaje nos parece
más bien desértico. Algunos techos azules, verdes y rojos dispersados en la
orilla de la carretera y las raras tienditas donde podemos comer o comprar
bebidas, son las únicas estampas de la vida humana en estos parajes. El calor alcanza
los 35°C a la sombra. En tan lejanos despoblados, nos preguntamos si encontraremos
la civilización antes de que caiga la noche. Imaginando que íbamos a poder
encontrar alojamientos en todas partes, dejamos nuestra tienda y todo equipo de
camping en España para no cargarlo inútilmente, como nos pasó en la India.
Durante nuestra excursión hacia el norte de Tailandia, tendremos que pedalear
entre 70 y 120 km por día, atrayendo a todo tipo de perros y compartiendo el
camino sólo con tractores, algunas motos y una multitud de ruidosos cuatro
ruedas, antes de encontrar un alojamiento.
A partir de Prachin Buri, el paisaje
geológico, y humano, se vuelven más interesantes. Nos preparamos para atravesar
el Khao Yai National Parc y para emprender el inicio de un largo camino
montañoso. Al final de nuestra jornada, no lejos de este Parque Nacional,
fuimos a dar a un hotel, o mejor dicho, una aldea de mini pagodas en teca,
rodeadas de vegetación, alrededor de un lago, lejos del bullicio de la ciudad. ¡Qué
momento más paradisiaco! Su amable propietario, admirativo al vernos llegar en bicicleta,
nos acoge con su sonrisota tailandesa y además de alojarnos, nos propone ir a
buscar comida y bebida para nosotros. No a pie, por supuesto, sino en su
magnífica y brillantísima Isuzu 4X4. Gesto que nos vuelve, a nosotros,
admirativos de él.
Así, nuestra ruta nos lanza hacia la montaña.
Ese cimbreo que parece torturar al horizonte (y también nuestras pantorrillas)
es, en realidad, lo que realza la belleza y la riqueza de nuestra ruta, llenándonos
los ojos de paisaje y el corazón de brío.
El 13 de diciembre, llegamos a Sukhothai. En
medio de formidables jardines y de lagos recubiertos de lotos, el esplendor y la paz de los
templos de Sukhothai siguen siendo el paraíso de Buda. Sukhothai adopta
oficialmente el budismo en el siglo XIV. Desde entonces, Buda vive en el alma y
en la sonrisa de cada tailandés.
Para ir desde Dan Sai hasta Chiang Kan, a la
orilla del mítico rio Mekong, tendremos que pedalear 122 km el mismo día. Por
suerte, serán 122 km de naturaleza virgen (o casi). Simple y sencillamente, la
inmensidad. A partir de entonces, el curso del Mekong guiara nuestro camino y
su luz ritmara nuestra jornada.
A las 6h30 de la mañana, la bruma densa y la
frescura relativa (18°C) reúnen a las familias en torno al calor de una fogata.
Las barcas se despegan de la orilla del rio y los pescadores a pie lanzan sus
redes o sus trampas “atrapa ranas” u otros. Con la aurora, la montaña se
bosqueja, la vegetación aparece, el horizonte se agranda... Del otro lado del
Mekong, Laos ya se ha despertado.
La mañana, es también el momento en que todos
los tailandeses deben mostrarse caritativos. En pequeños grupos, envueltos en
sus túnicas anaranjadas, los monjes se desplazan de casa en casa, o se instalan
en las calles para intercambiar con los fieles: un mendrugo de comida contra
una plegaria. Un rito breve que nos da la impresión que cada vez les cuesta más
trabajo realizar.
El trasporte escolar también hace parte de
nuestro camino matinal. Los alumnos, casi siempre con uniforme de scouts,
lanzan “huaaaass”, agitando las manos y sonriendo cuando nos ven pasar. Hacia
el medio día, aunque ya hace menos calor, nos paramos hasta encontrar un
chiringuito, con una mesa a la sobra y un ventilador, de preferencia, para
comer tranquilamente el arroz nuestro de cada día. Para esas horas, nuestro contador
marca entre 50 y 70 km, así que comemos esperando estar cerca de nuestro
próximo hotel. Rápidamente llega la tarde y hacia las 5 p.m., el calor y la luz
declinan. Los barcos vuelven a la orilla y los niños a sus casas, la gente se
agrupa en las calles… Sobre el lecho del Mekong, el sol se pone ya.
Del ultra modernismo de Bangkok a las pequeñas aldeas perdidas en la
vegetación, de los muros en cemento, a los muros en teca, de las enormes
autopistas a las pequeñas rutas casi abandonadas, de la vestimenta de moda a
los lienzos tradicionales… ¡Qué transformación! Exactamente lo que buscamos. La
riqueza más bella de la Tailandia es la diversidad de su población y de su
paisaje. Su más fuerte constante es su sonrisa!
El 21 de diciembre llegamos a Nong Kai. Desde
la ventana de nuestro hotel vemos el puente atraviesa el Mekong para unir a la
Tailandia con Laos; el puente de la Amistad.
La mañana del 23, luego de haber obtenido el
sello de salida del país en nuestro pasaporte y de haber logrado una
autorización para atravesar el puente de la Amistad (normalmente prohibido a
los vehículos en 2 ruedas), entramos a Laos por una de sus puertas principales:
Vientián, su capital. Será aquí donde pasaremos Navidad llamando a nuestros
hijos y a nuestras familias y yendo a cenar a un restaurante hindú.
Hoy es 29 de diciembre. Nuestra salida hacia
el sur, de nuevo por el curso del Mekong, está prevista para el próximo 02/01/13.
Esperamos fuertemente que Todas y Todos hayan pasado una navidad muy agradable
y deseamos que 2013 les traiga un océano de momentos maravillosos!!!
Gema y Jean-François
Les VagaMondos