20121130



Good morning Vietnam!!!!! 
(17/11/12 al 25/11/12 - Vuelo sin bicicletas)




Emocionados de aterrizar sobre el suelo de Vietnam. Para Jean-François, es la Indochina en que su padre vivió parte de su juventud. Para mí, son los episodios de guerra escuchados en todos los noticieros y uno de los argumentos más utilizados por el cine americano, desde mi más pequeña infancia.



Siete millones de personas viven en la ciudad de Saigon, actualmente Ho Chi Minh. Apenas 40 años después de la guerra, a primera vista, la población parece haber recuperado su entusiasmo por la vida, su propia motivación, su libertad. El azoro se apodera instantáneamente de nosotros. El sombrero chino sigue siendo el accesorio indispensable para protegerse del sol en la ciudad. Bajo los colores de los parasoles, la gracia de las mujeres asiáticas se realza con las colas de sus trajes tradicionales.

Pero no todo es tradición. Fuera de los famosos rickshaw (bicicletas taxi), ya no quedan muchos que prefieran la bicicleta como medio de transporte. La modernidad ha llevado las motocicletas a la cima del desarrollo y la atmosfera a la catástrofe. De segundo en segundo, centenas o mejor dicho miles y miles de motocicletas avanzan por las calles, desbordando sobre las banquetas como el agua en el cauce de los ríos. Para atravesar una calle, hay que utilizar los pasajes para peatones pero sobre todo, hay que tomarlo con paciencia porque aquí no estamos en Tailandia y nadie, en esta ciudad, va a frenar para dejarnos pasar. Cuidadito al avanzar (o recular), hay que mirar bien en todas direcciones, en los cruces, la confluencia es espectacular. Gracias al cielo, la ciudad también es rica en jardines, y su abundante y alta vegetación (visiblemente centenaria) ofrece una sombra generosa, entre sus fuentes la calma reina y el decoro es impecable. Si estos árboles hablaran, aprenderíamos más que con los libros. Pero no se imaginen que se pueda comunicar con ellos a través de la meditación. Está totalmente prohibido utilizar las bancas para meditar durante una siesta. Pero ¿a quién le interesa dormir, teniendo tanto para observar?

Fijados en cada extremo de un trozo de bambú, una señora lleva dos pesados canastos sobre los hombros. Caminando con ella, le pedimos que nos deje levantar su carga. Yo, en el primer intento quedo. Jean-François lo logra, pero no sin pena. Llenos de fruta, galletas, flanes de arroz, de jugos de coco, de platillos cocinados, la señora, como tantas otras personas, carga por lo menos 50 kg cada día, para poder ganarse la vida. El micro comercio abunda, la mendicidad es más bien rara.

En el corazón de las construcciones más modernas y de los mercados asiáticos, los edificios coloniales, las panaderías francesas y la escritura latinizada, le dan a la ciudad una pizca de idealismo europeo. 

El edificio más custodiado y sin duda, también el más visitado, es el Palacio de la Reunificación, convertido al final de todas las guerras, en el Símbolo de la Libertad Nacional. Cien por ciento concebido según el pensamiento asiático (aunque a nosotros nos parezca que se parece al ayuntamiento de Brest).

Los vietnamitas no son tan sonrientes como los tailandeses o los hindús, pero son fácilmente abordables, respetuosos y hasta indulgentes con los extranjeros.

En Ho Chi Minh, nos reconciliamos con la cocina asiática ya que en Tailandia nos cuesta trabajo apreciar la cocina local. Paradójico en este océano de alimentos. Por primera vez desde el inicio de nuestro viaje en 2011, nos enfrentamos a un problema de alimentación. No encontramos nada que nos guste. El idioma hace barrera. Muy pocas personas hablan aquí el inglés y las pocas que lo hablan tienen un acento tan pero tan asiático, que terminamos, como el chinito en México, comiendo el mismo arroz que pedimos ayer. En Ho Chi Minh, aprovechamos para comer pescado fresco y legumbres, con sabor natural. Digamos, sin sabor a citronnelle.

Estamos de regreso en Rayong, con un permiso de estancia en Tailandia que va hasta el 24 de diciembre. Tenemos un corto mes para llegar hasta la frontera de Laos. El próximo sábado lunes 3 de diciembre, de nuevo sobre la ruta. Si de verdad nos decidimos…

Muchos besos y abrazos para todos y hasta la vista amigos,

Los VagaMondos