Grecia de paso
La nieve en los
picos de las montañas Ródope de Bulgaria, nos hizo fantasear de una cálida
estancia bajo el sol griego. ¡Pero las cosas no sucederán exactamente de esa
manera!
Hemos cambiado
de país y lo observamos desde nuestra llegada. Las carreteras griegas son amplias
y en muy buenas condiciones. Más allá de las carreteras, las casas, los barrios,
la gente… ¡todo parece diferente! Luego de dejar atrás a la Europa del Este,
Grecia nos trae de vuelta a la Europa política.
El frio y la humedad
nos entumen pero la bienvenida que nos espera se deja ver cálida. En la terraza
de un pequeño negocio, un hombre de cierta edad (Spyros) y su sobrino, sin
conocer una palabra de inglés o francés nos orientan sobre nuestro camino.
Spyros se deja encantar con nuestro viaje. Él se quiere enterar de todo. Así
que decide pasar un buen rato de la noche con nosotros. Por fin una pequeña
despedida y de nuevo, aquí lo vemos llegar. Esta vez con su traductora oficial,
una chica hablando un francés perfecto. Las diez de la noche y las preguntas
continúan. Luego de un momento, nos dice adiós en la oscuridad, dejándonos una
enorme bolsa con muchos billetes. No es verdad, la bolsa contiene pastelillos. Pastelillos
con el sabor de un agradable y caluroso encuentro.
Entre el frío y la lluvia, atravesamos Drama
y Eleutheroupolis. Tuvimos suerte de llegar a Kavala con buen tiempo para descubrir el Mar Egeo bajo el cielo azul. ¡El mar Egeo, aun no lo creo! En esta época del año, por desgracia, el
sol no es sinónimo de calor. Y bajo este frío que
nos seguirá hasta la frontera turca, lo más difícil no es pedalear sino parar. El
viento helado se cuela entre nuestra
ropa mojada por el sudor y nos enfría. Pero ni el frío
y ni siquiera los perros (más
frecuentes y amenazadores que en
cualquier otro país), impedirán a nuestros ojos
aprovechar con deleite la natural distracción que se abre a nuestro paso.
Así nos
enteramos que el algodón es un valioso producto en esta región del país.
El otoño ya está bien avanzado. En la campaña, de las parcelas de maíz, trigo, girasol... sólo queda el tallo. Todo ha sido cosechado. Todo, excepto de algodón. Durante el día, avanzamos entre los campos, curioseando la maquinaria herculina alrededor de las parcelas. Inmensos tractores llenan los colosales remolques que nos rebasan constantemente. Caída la tarde, cediendo a la frescura de la aurora rosácea sobre los campos, nos tomamos un minuto, sólo para contemplar.
El otoño ya está bien avanzado. En la campaña, de las parcelas de maíz, trigo, girasol... sólo queda el tallo. Todo ha sido cosechado. Todo, excepto de algodón. Durante el día, avanzamos entre los campos, curioseando la maquinaria herculina alrededor de las parcelas. Inmensos tractores llenan los colosales remolques que nos rebasan constantemente. Caída la tarde, cediendo a la frescura de la aurora rosácea sobre los campos, nos tomamos un minuto, sólo para contemplar.
Entre Mavrommatis y Makri, un regalo de Dios.
Dejando atrás Mavrommatis, en la campaña, avanzando por un antiguo sendero romano
en las orillas del Mar Egeo. A medida que avanzamos, nuestro camino se vuelve cada vez más rocoso.
Frente a nosotros, se levantan enormes las colinas y valles de olivos silvestres. Cielo azul, mar azul... El silencio es, simplemente, abismal. Estamos en el confín del mundo y el paisaje nos sorprende como un regalo de Dios. (A veces es suficiente con soñar para que un deseo se realice).
Pronto serán
las 4 de la tarde y nosotros aun seguimos subiendo y rodeando colinas, como los
romanos en la antigüedad. Excepto que nosotros, en bicicleta. En bicicleta
cargada. Creímos que la noche nos caería antes de encontrar una salida pero, he
aquí, por fin un camino! En el mapa, podemos ver que Makri, el primer pueblo, está
a corta distancia. Ahí esperamos encontrar un hotel, una pensión o cualquier
otro alojamiento disponible. Luego de unos kilómetros de prospección, de pronto,
sin saber cómo, nos damos cuenta que estamos en el jardín de un convento. La
noche empieza a caer pero las monjitas siguen piscando aceitunas. Al vernos, la
sorpresa es general y nos hace reír a todo el mundo. Y así comienza nuestra noche
en Makri, bajo el amparo espiritual.
El pequeño
apartamento puesto a nuestra disposición, la cena nutritiva y deliciosa, pero
sobre todo, la sonrisa a corazón abierto, serán para nosotros, el mejor
recuerdo de los dioses griegos.