Eslovaquia, un país pequeño, una pequeña
capital y una estancia pequeña
Para los que piensan que todas las capitales
del mundo son siempre grandes metrópolis !qué vengan a Bratislava! Pequeña y
encantadora ciudad antigua. Su centro histórico lleno de color invita a una
agradable visita. Sin metro, sin circulación ruidosa y complicada, sin comercio
asfixiante, sin gentío opresivo (no puedo decir sin delincuencia, porque no sé).
En otras palabras, Bratislava es una Capital particularmente tranquila.
Para ir de Viena a Bratislava sólo hay 60 km.
En menos de un día, el cambio es radical: el idioma, el paisaje, los hábitos de
vida, el costo de la vida (cosa que nos agrada). Pero cuidado con el consumo.
Hay que saber que en Eslovaquia (y en Hungría también), en el menú de los
restaurantes, los precios de los platillos se presentan por peso de los
ingredientes. Es decir que si usted ve “Filete de Salmón 100g… 5€. Usted cree
que va a pagar 5€ por su plato cuando en realidad, si su filete pesa 250g, usted
lo sabrá hasta el momento en que, en la factura, aparecen 12,50€ y no 5, como
usted lo creía (ay!!!). De todos los cambios gastronómicos, los más
interesantes son la cerveza y el helado: los hay de todos los sabores y usted
paga sólo 30 céntimos de euro la bola. De hecho, desde que pasamos por
Bratislava, volvimos a nuestro descanso favorito: una silla, una mesa, una
sombra, una cerveza y un buen helado!!! Es lo que más nos refresca en medio de este
calor.
Si la historia de Bratislava se puede
apreciar en sus muros y monumentos, es en la expresión de sus habitantes que
mejor se lee el pasado dramático de este país. Los eslovacos nos son muy
sonrientes, ni muy acogedores. Varias veces tratamos de preguntar a las personas
por una calle o un lugar. Desafortunadamente, siempre obtuvimos el mismo gesto
seco, de un aire de indiferencia como única respuesta.
En un día es posible visitar los monumentos
más importantes de la ciudad. Entre otros: su majestuoso castillo en lo alto
de la colina, símbolo de la ciudad; El
palacio del primado y su Sala de espejos, donde en 1805, fue firmado el Tratado
de Austerlitz, el antiguo Ayuntamiento, el Teatro Nacional Eslovaco, la iglesia
y la calle de las Clarisas… La mayor parte de las iglesias en Eslovaquia,
siempre están cerradas y como nosotros nos negamos a pagar por entrar a una iglesia,
no pudimos visitar la catedral San Martín. No muy lejos del centro histórico,
las calles y callejuelas, muestran todavía las marcas de un pasado desastroso
que no termina de cicatrizar.
Nuestro camino en Eslovaquia nos permitió
también visitar Gabcikovo y Komarno (ciudad hermana de Komaron que luego de los
desastres de la guerra, se volvió territorio húngaro)!!!